Maikel

La primera vez que Maikel fue a la casa data de hace seis años. Llegó a propósito de hacer unas tareas con mi hijo, y vino acompañado de buena parte de amigos del salón de clases. Era bastante inquieto, preguntón y bromista. Se ve que hacía el papel de cómico dentro de sus amigos. También era respetuoso y posteriormente siempre me saludó con cariño y aprecio.
La segunda vez que fueron a la casa, al rato apareció su mamá. Estuvimos conversando un rato y apenada por haber ido, me decía que había que estar pendiente de él a lo cual le dí la razón y le aseguré que no había ningún problema en que viniera a hacer las tareas y mucho menos que ella viniera.
Maikel sufría de epilepsia y la madre sabía que debía tener cuidados especiales con él.
Maikel y su mamá vivían en el barrio del Km. 18 de la panamericana, y a diferencia de todos sus amigos era el único que vivía en barrio. La señora atendía una bodega en el mismo barrio y podía darse el lujo de tener a su hijo en un colegio particular. Estaba casada con otro señor que no era el padre de Maikel. Del padre de Maikel no se sabía nada y él mismo no lo conocía ni quería saber nada de él.
Pasó el tiempo y la amistad de Maikel y mi hijo se distanció debido a cambios de colegio, sin embargo varias veces me lo encontré y siempre le preguntaba por sus estudios.
Hace más o menos dos años la madre de Maikel murió debido a un cáncer. Maikel quedó a cargo del padrastro que resultó ser tan ausente como su padre. Maikel se tatuó el nombre de su madre en el pecho y se entregó a amistades dentro del barrio acostumbradas a delinquir.
No hace mucho me lo encontré, y ya sabiendo que andaba por malos caminos, me ofrecí para darle clases para que retomara sus abandonados estudios. Me dijo que sí, que iría para la casa, pero bien sabía la poca probabilidad de que eso sucediera.
Se había dedicado a hacer robos a mano armada, y en dos oportunidades había asaltado junto a dos compinches una carnicería cercana al barrio. El dueño en la tercera oportunidad sacó una pistola y le disparó. Apareció el cadáver de Maikel tirado en la acera.
Una bala le atravesó el pecho, justo donde se había tatuado el nombre de su madre.

2 comentarios:

Nicolás dijo...

Vaya, que historia más triste... la realidad es a veces más inhóspita e increíble que la ficción.

Bueno, si quieres ver algo de (intento) poesía un poco crítica y otros textos, te pasas por mi blog.

Saludos!

Mariita Riot Grrl dijo...

Tremenda historia, es la realidad que se vive muchas veces en nuestro pais y en latinoamérica toda, lamentablement. Pero tu le has sacado el lado bueno, con esta y con todas tus obras, de verdad te felicito por toda la inicitaiva y creatividad que tienes, he encontrado una mina de oro esta tarde entre tus blogs, me pareces una persona muy interesante y multifacética, es bueno que de vez en cuando se puede encontrar a alguien a kien admirar. Salud!