La vida inútil

La vida inútil, es tan estúpida como la muerte inútil. Bien escribía César Vallejo en su famoso poema “Estáis muertos”. Seres vivos que hacen todos los días de su vida un culto a la muerte. Por eso, no envidio ni envidiaré la felicidad de los infelices. Tengo derecho y la responsabilidad de hacer de mi vida un intento de felicidad. Pero, no hay nada más tonto e inútil, que creer que la felicidad es un mero ejercicio del individualismo. Los demás son mi espejo, en el otro me reflejo, en los otros me realizo. Que tonta, una clase media, profesional y llena de oportunidades, incapaz de sentirse realizada, luego que se han alfabetizado a millón y medio de personas. Por eso, hace poco, un extranjero me pedía que quería conocer al proceso bolivariano, con cualidades y defectos, a lo que le recomendé, que no le hiciera caso a la oposición, que si quería oír críticas realmente serias buscara más bien del lado del chavismo. Luego de dos meses me agradeció el consejo y me confirmó que de este lado, realmente las críticas, no sólo son serias, sino también contundentes y radicales.
Vivir creyendo que la felicidad estriba en una pelea loca por conseguir dinero es una estupidez que se repite de generación en generación, cuando todos sabemos, porque todos aunque sea en un pequeño momento de nuestras vidas hemos sido felices, que ésta depende siempre de estar entusiasmados. Ya sea en el amor, en trabajos que nos representan, en ilusiones que perseguimos, etc. La felicidad no viene del dinero, y eso lo supo Judas (si la historia que nos contaron es correcta) y casi estoy seguro que también lo debe saber Bill Gates. Que diferencia hay entre el espejismo de la felicidad y la felicidad. El dinero sólo como intercambio, como objeto (y no sujeto), como herramienta, como móvil, de algo que lo trascienda. Por eso D.H. Lawrence dice:
“Cuando deseo ser rico, entonces sé que estoy enfermo.
Porque, para decir verdad, tengo suficiente tal como soy.
Así pues: cuando me pesco pensando:
¡Ah, si yo fuera rico!
Me digo: no estoy bien, mi vitalidad anda baja”
Yo vengo de una familia aristocrática limeña. Mis abuelos vivían en una fabulosa mansión en la avenida Salaverry, llenos de piezas artísticas, joyas, muebles medievales, libros incunables, etc. Tuve la suerte de tener un abuelo que dilapidó su fortuna heredada por una pasión. El se empeñó en investigar sobre la vida de los piratas, y tanta fue su obsesión, que terminó perdiendo un ojo, a lo cual le puso un parche, y cojeaba luego de una operación. Por supuesto siempre se acompañó de un estricto mal humor. Digo que fue una suerte lo que para muchos de mis parientes fue una desgracia, por que tal vez la historia contraria me hubiera convertido en un “feliz” banquero con la única meta de hacer dinero, o irme a ser un vendedor en una tienda de ropa en EEUU, y no el poeta desordenado que soy.
Que triste debe ser la vida de alguien que mata por dinero, y que pobreza mental debe tener alguien que manda a matar a alguien por dinero. Que estupidez la de algunos de querer negarles a otros la posibilidad de soñar con un mundo más hermoso, con el único argumento de que “está demostrado históricamente que el socialismo ha fracasado”, por lo tanto hay que seguir dejando las cosas como están, en este capitalismo absurdo que nos está llevando al abismo. Como si los negros haitianos que vendían su sangre para la mafia Somoza Duvalier vivían en un país socialista, o como si los niños muertos de hambrunas en África viván países socialistas, o como si los más de 150 golpes de estado en Bolivia eran producidos por un país socialista. O como si los soldados portugueses, franceses, belgas, italianos, ingleses, etc, que iban a matar africanos, para colonizar países, para ganar más dinero, venían de países socialistas. O los que creen que porque viven en un país que tiene la libertad de irse todas las veces que se quiera a un McDonalds mientras se invaden y sojuzgan a pueblos, todo por el “bendito” dinero, están en un modelo a seguir de democracia. O es que acaso la madre asesinada en Argentina al que le roban su hijo para vendérselo a una “pobre” familia adinerada que no puede tener hijos, vivía en un país socialista. O es que acaso no conmueve el murmullo generalizado de los pobladores de Bagdad rezando antes del primer bombardeo. Es una mierda. Como fue una mierda la URSS de Stalin, pero a mi no me quitan mi derecho a soñar un mundo distinto ni una clase retardataria e ignorante, ni los abortos históricos de socialismo. Si se llama socialismo lo que buscamos o se llama de otra forma, no me importa. Lo que sí se es que, como dice Silvio en su canción “El Necio”, muero como he vivido.
En Venezuela, estamos viviendo la oportunidad de oro de debatir, inventar, construir, saldar deudas históricas, para dibujar un modelo de sociedad justo y humano. Todas las trabas y resistencias las tenemos, internas y externas, y hasta ahora hemos podido salir airosos. Sin embargo, hoy más que nunca es imprescindible el no equivocarnos por que estamos lejos de ser un proceso fortalecido que puede contra todos sus enemigos.
Que estúpido es el que está en contra de este proceso porque cree que lo van a poner a dormir con un pobre en su casa, o cree que le van a quitar a sus hijos, o piensa que no hay libertad de expresión cuando la grita a todo gañote sin ningún tipo de consecuencias y oye los mismos gritos todos los días por los medios de comunicación. Pero también es estúpido, y diría más, irresponsablemente estúpido, el que luego de dar un discurso y pronunciar “Patria, Socialismo o muerte”, se va en su carro lujoso a disfrutar de las prebendas del poder y vivir su particular “American Way of Life”. Como aquellos que luego de ser autoritarios y prepotentes se van de vacaciones a Portugal luego de dejar su institución echa un caos. O aquellos que perdonan a gobernadores acusados de asesinatos porque son del partido, o mandan a callar a otros porque tienen las denuncias de corrupción de algún otro funcionario. O los que viendo las cloacas callan porque sino pierden el puesto. O los que ponen a sus familiares en puestos de poder sin importarles como hacen y deshacen. O ministros que adquieren compromisos económicos personales. Y siempre el dinero como concepto. El dinero como esquema mental. Y aunque a mi me gusta estéticamente los diseños de los billetes y las monedas, siempre recuerdo algo que decía el Che cuando era Presidente del Banco Central de Cuba. Decía que había que hacer el dinero bien feo, para que la gente le agarre arrechera.
Si vivimos un escenario de invasión o ataque, por parte de EEUU, y tomémoslo como un supuesto negado, aunque tanto histórica como conceptualmente, es factible, todos estos personajes que han tenido la oportunidad de ejercer el poder y lo han vendido por su particular “plato de lentejas”, serán los primeros traidores. Porque ya traicionaron. Si no recordemos los días de abril del 2002, como pulularon rápidamente las traiciones.
Porque no es un problema de que se robe más o menos. Es un problema ético. Y sólo aferrándonos a principios éticos es que podemos cristalizar triunfos.
El mundo se nos escapa de las manos. La globalización, el calentamiento de la tierra, los cada vez más ricos, sean gente o países, y los cada vez más pobres, más descamisados, más barrigones de parásitos, sean hombres o países. En esta encrucijada que vivimos se juega no sólo nuestro destino. De fracasar, se afectará Bolivia, Cuba, Ecuador, Nicaragua, el movimiento “otro mundo es posible”, los antiglobalistas, las esperanzas de muchos. Y es urgente. Urgentísimo.
Cuando un soldado norteamericano llora la muerte de un compañero en la invasión de Irak, como la foto que muestro al final, ¿que piensa?, ¿pensará que la vida es inútil? ¿Querrá regresar a su casa, besar a su mujer, jugar con sus hijos, o querrá quedarse para vengar la muerte de su amigo? ¿Qué dicen sus lágrimas? ¿Será un momento de humanidad en la fallida programación de deshumanización que practicaron con él o son víctimas de una perversión mayor? ¿Cuándo vaya a su casa creerá lo que dicen los medios de comunicación sobre la lucha contra el terrorismo o pensará gravemente para toda su vida que este mundo es una mierda? ¿En ese momento triste, qué importancia puede tener el dinero?

En estos tiempos que nos ha tocado, donde una bomba atómica, o una misil perdido de su inteligencia, equipara lo que alguien puede haber aprendido sobre psicoanálisis con lo que una entusiasta aprendiz de actriz de telenovelas sabe de modelaje, es imprescindible que unamos esfuerzos en hacer de nuestra práctica y nuestra reflexión la suma y multiplicación de esfuerzos que conduzcan a la salvación del planeta. Lo contrario es estar muertos en vida. Debemos Honrar la vida, como dice la canción de Eladia Blázquez. Lo contrario es convertirnos en “cadáveres de una vida que nunca fue”, como dice el amigo César Vallejo.
Fotografía: David Leeson


Editorial Agenda 2008


No son tiempos fáciles cuando se trata de construir, de verdad verdad, las esperanzas. Bien podemos traer la frase, tan nombrada en los últimos años, de Gramski:
"La crisis consiste precisamente en que muere lo viejo y no puede nacer lo nuevo; y en ese interregno se producen los fenómenos morbosos más variados.”
Cómo cuesta derrotar lo viejo sobre todo por su capacidad de reproducirse con distintas caras. Cómo cuesta, aunque reconozcamos que es un labor hermosa, construir lo nuevo. Muchas veces nos encontramos con variadas miradas. Amanece y sacamos cuenta de tantas y tantas obras realizadas, que sólo las imaginábamos en futuros lejanos, que nos enchimos de orgullo y satisfacción. Otras, ya en el crepúsculo vemos con rabia como se reproducen los “fenómenos morbosos más variados”.
Las revoluciones se hacen desde lo echado a perder. Si tuviéramos situaciones sociales perfectas no harían falta. No tenemos un ejercito de cinco mil Ché Guevaras. Cargamos nuestros vicios, y en estas encrucijadas, siempre peligrosas, se hace imprescindible el prohibido equivocarse, ya que más que nunca las fuerzas contrarias acechan en la acera del frente.
Crear al Hombre Nuevo implica tener un compromiso con la verdad. Es la primera cuestión ética. No se vale hacerle concesiones a la mentira. Se corrompe el que roba como el que otorga. Se corrompe también el que calla por compromisos políticos. Bien lo decía Fidel Castro en la entrevista con Ramonet, de que la principal condición para que una revolución triunfe es poseer un estricto principio ético de apego a la verdad.
Como país nos hemos engrandecido porque hemos sabido construir la humildad de darle preferencia a los humildes. Qué es sino la lucha contra el analfabetismo o sembrar árboles mientras otros países construyen genocidios. Qué es sino el haber defendido valientemente nuestra soberanía frente al imperio o tener relaciones de solidaridad con los países más pobres. Desde ese optimismo es que sabemos a ciencia cierta del triunfo de la originalidad de la revolución bolivariana, y sabemos que en esta batalla de ideas triunfará el pensamiento crítico, como elemento indispensable de un socialismo robinsoniano.
Desde estos empeños, donde otorgamos poesía como “herramienta cargada de futuro”, y desde donde creemos que “los poderes creadores del pueblo” son el instrumento primordial para la construcción del socialismo del siglo XXI, nos parecemos al cuento africano del colibrí y el incendio:
Sucedió un enorme incendio en el bosque y desde el refugio donde estaban todos los animales sale un colibrí con su pequeño pico cargado de agua para apagar el fuego. De regreso todos los animales se burlaron de él, a lo que les contestó: “yo sólo estoy haciendo lo que considero correcto.”