No son tiempos fáciles cuando se trata de construir, de verdad verdad, las esperanzas. Bien podemos traer la frase, tan nombrada en los últimos años, de Gramski:
"La crisis consiste precisamente en que muere lo viejo y no puede nacer lo nuevo; y en ese interregno se producen los fenómenos morbosos más variados.”
Cómo cuesta derrotar lo viejo sobre todo por su capacidad de reproducirse con distintas caras. Cómo cuesta, aunque reconozcamos que es un labor hermosa, construir lo nuevo. Muchas veces nos encontramos con variadas miradas. Amanece y sacamos cuenta de tantas y tantas obras realizadas, que sólo las imaginábamos en futuros lejanos, que nos enchimos de orgullo y satisfacción. Otras, ya en el crepúsculo vemos con rabia como se reproducen los “fenómenos morbosos más variados”.
Las revoluciones se hacen desde lo echado a perder. Si tuviéramos situaciones sociales perfectas no harían falta. No tenemos un ejercito de cinco mil Ché Guevaras. Cargamos nuestros vicios, y en estas encrucijadas, siempre peligrosas, se hace imprescindible el prohibido equivocarse, ya que más que nunca las fuerzas contrarias acechan en la acera del frente.
Crear al Hombre Nuevo implica tener un compromiso con la verdad. Es la primera cuestión ética. No se vale hacerle concesiones a la mentira. Se corrompe el que roba como el que otorga. Se corrompe también el que calla por compromisos políticos. Bien lo decía Fidel Castro en la entrevista con Ramonet, de que la principal condición para que una revolución triunfe es poseer un estricto principio ético de apego a la verdad.
Como país nos hemos engrandecido porque hemos sabido construir la humildad de darle preferencia a los humildes. Qué es sino la lucha contra el analfabetismo o sembrar árboles mientras otros países construyen genocidios. Qué es sino el haber defendido valientemente nuestra soberanía frente al imperio o tener relaciones de solidaridad con los países más pobres. Desde ese optimismo es que sabemos a ciencia cierta del triunfo de la originalidad de la revolución bolivariana, y sabemos que en esta batalla de ideas triunfará el pensamiento crítico, como elemento indispensable de un socialismo robinsoniano.
Desde estos empeños, donde otorgamos poesía como “herramienta cargada de futuro”, y desde donde creemos que “los poderes creadores del pueblo” son el instrumento primordial para la construcción del socialismo del siglo XXI, nos parecemos al cuento africano del colibrí y el incendio:
Sucedió un enorme incendio en el bosque y desde el refugio donde estaban todos los animales sale un colibrí con su pequeño pico cargado de agua para apagar el fuego. De regreso todos los animales se burlaron de él, a lo que les contestó: “yo sólo estoy haciendo lo que considero correcto.”
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