Editorial Agenda 2003

Mi país merece la esperanza.
La esperanza de que nuestros niños vivan su vida de niños con comida, juegos, curiosidad y amor. Que se multipliquen las escuelas donde florezcan los cuentos, las poesías, las maestras que aman los crepúsculos, los niños inquietos, preguntones, sanos y que les brillen los ojos de caricias.
Mi país merece la paz.
La paz en sus calles hoy tan inmersas de miseria acumulada. La paz de poder soñar y tener derecho a los sueños. La paz que es añadidura de la justicia. Justicia de que comamos todos, todos los días, pan, trabajo, salud, libertad, libros, aire puro, belleza, y sobre todo, de que comamos todos los días la posibilidad de que no seamos desheredados.
Mi país merece ser productivo. Que sus tierras no tengan sólo alambre de púas y si muchos tomates, maíz, frutos dulces y coloridos que le den de comer a su pueblo. Que se cultiven pimientos en las azoteas y en los balcones, que se produzcan herramientas, pensamientos, pupitres de escuela, ventanas desde donde nos veamos con dignidad.
Mi país merece tener memoria. La memoria que impide la impunidad. La memoria que construye y reconstruye a los pueblos. La memoria que permite dibujar al futuro. La memoria que nos permite rescatar a nuestros ancestros y aprender de la diversidad de otros pueblos lo que queremos con criterio y autonomía. La memoria que nos exorcizará de la violencia. Mi país merece tener Organización. Que se organice su pueblo, que se organicen los maestros, los trabajadores, los campesinos, los pescadores, los soñadores, los niños, los jóvenes, que los árboles reclamen juntos sus derechos a un aire puro, que las paredes de las cárceles reclamen el trato justo que se merecen los seres humanos, que los pasillos de los manicomios reflejen amor y cuidado a los enfermos mentales producidos por una sociedad que los ignora.
Mi país merece el Diálogo. El Diálogo que es debate fructífero. La crítica que dé conciencia. El Diálogo que es participación y que no confunde el respeto con el olvido. El diálogo que no es hipocresía. El diálogo como una partera de un nuevo amanecer. Mi País merece entrar al futuro. Para que nuestros hijos no se mueran solos en las calles de soledad de sus ciudades. Para que nuestros hijos no mueran de gastroenteritis ni de otras enfermedades ya superadas en siglos pasados. Para que nuestros hijos tengan derecho al acceso a la cultura y el analfabetismos se convierta en reliquia del pasado. Para que no existan más madres que vean a sus hijos morir por una bala atravesada en el pecho. Para que nuestros hijos puedan ser felices y ser dueños de su propio destino.

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