SOMOS HIJOS DEL TIEMPO

“Somos hijos del tiempo y el tiempo es esperanza”, dice Octavio Paz. En medio de la tragedia, la esperanza siempre busca su espacio, su expresión.
El agua y la tierra, que son origen de vida, hoy se juntaron para llenar los espacios de muerte y dolor, pero el tiempo es esperanza y volverán los tiempos en que las playas de La Guaira serán el escenario de besos de amor, de niños construyendo castillos de arena, de gente construyendo con sus manos objetos hermosos, trabajos infinitos, futuros, sobre todo futuros.
Aunque no esté de moda conocer de nombres de árboles, ni de pájaros, cuando si los nombres de los últimos conjuntos musicales o marcas de vestidos de casas europeas, pude constatar, como ahora, en Diciembre, unos Apamates en la carretera Panamericana que empezaban a florear. Ellos no acostumbrados a que lloviera tanto en Diciembre, pensarían que es Mayo. Y se me ocurre pensar que esta “equivocación” del pensamiento de los Apamates es sencillamente Esperanza.
A mi casa llegó un niño, familiar de mis vecinos, que padeció durante tres días la tragedia del pueblo guaireño. Y vi como contaba todo lo que le pasó, y vi a mis hijos preguntarle, y vi como se pusieron a jugar, y en esas sonrisas, y en ese estilo fresco, bonito, se me ocurre que está la esperanza.
Nos acostumbramos como pueblo, de que no servimos, de que no valemos. La juventud que tanto se le ha tildado de boba, salió a la calle con sus manos, con su corazón, con sus sonrisas y sus lágrimas, y se me ocurre pensar que esa es la Esperanza.
Nuestro futuro debe ser el de un país más humilde. Ni somos un país rico, ni somos un país que no sirve para nada. Nuestro futuro debe ser el de un país en que se premie el trabajo, la creatividad, la honestidad, y no la viveza criolla, no la mediocridad.
Hoy están floreando los Apamates, aunque sea Diciembre, aunque se está terminando un siglo en que se inventaron todas las armas de guerra capaces de destruir el planeta.
Hoy están floreando los Apamates, y aunque la tristeza se nos haya convertido en piel, en sangre, en rabia, levantémonos y hagamos de la Alegría nuestra bandera y nuestra razón de ser.
Cada uno de los niños sobrevivientes de esta tragedia decembrina, en este pequeño y hermoso país llamado Venezuela, se lo merecen.

(Escrito en Diciembre de 1999, a propósito de la tragedia en el Estado Vargas donde murieron decenas de miles de personas)

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